Julio de 2004
Uno debería ver la sombra de las flores en el agua
la sombra de los bambúes bajo la luna
y la sombra de la belleza
detrás de la cortina de una puerta.
Sabiduría China
“Para pensar es necesario permanecer atentos, amorosos y pacientes”
... “Una cosa es haber oído, leído o mirado algo y otra cosa es reconocer lo oído, lo leído o lo mirado, es decir, detenerse a pensarlo”...
Heidegger
“...y yo describo esta pintura con lágrimas porque esta pintura golpea mi corazón…”

“Por la oscura apertura del gastado interior del zapato se avizora lo fatigado de los pasos del trabajo. En la burda pesadez del zapato se ha estancado la tenacidad de la lenta marcha por los surcos que se extienden a lo lejos, y todos iguales, del campo azotado por un rudo viento.
Sobre la piel está lo húmedo y hastiado del suelo. Bajo la suela se desliza la soledad de los caminos al caer el día.
En el zapato vibra el apagado llamamiento de la tierra, su silencioso regalo del grano maduro y su inexplicable fracaso en los áridos yermos del campo invernal.
A través de ese instrumento corre la aprensión sin lamentos por la seguridad del pan, la silenciosa alegría por haber vencido una vez más la miseria. La angustia ante la llegada del parto y el temblor ante el acecho de la muerte”
Heidegger
Para aprender a “mirar” como lo hace Heidegger a propósito de este cuadro de Van Gogh, es necesario:
“permanecer atentos, amorosos y pacientes”.
Esto no solamente menciona la actividad llamada percepción sino que define el ámbito mismo del Pensar, el cual a su vez constituye esa manera de habitar, tan hermosamente llamada por Hölderlin “habitar en poema”.
El pensamiento científico contemporáneo se mueve en el elemento de la belleza, es un “pensar poetizante” y como tal, nombra la disponibilidad para dejarse interpelar y conmover por el entorno de la más inmediata cotidianidad.
La frontera antes tan clara entre las ciencias y humanidades en el sentido de que la ciencia se ocupa de la materia, esto es de la naturaleza, y las humanidades se hacen cargo de lo humano o sea de la cultura, está siendo sobrepasada por el trabajo conjunto que la física, la biología y la cosmología han llevado a cabo a todo lo largo del siglo XX.
Al expandirse el pensamiento científico abarca territorios que antes pertenecían al campo de las humanidades. Hoy encontramos allí bajo la nueva figura del Humanismo científico, el centro del debate sobre la naturaleza humana y su lugar en el universo.
La ciencia contemporánea nos habla de cosas tan cercanas como el universo y se ocupa “del cuerpo y de las cosas que están al alcance de la mano"*
...¡Oh tierra, jardín colgante
cuna que mece el alma dispersa
de la humanidad sucesiva!
Fernando Pessoa

“Cuando uno está en órbita mirando hacia abajo se ven lagos, ríos, penínsulas,... rápidamente se dejan atrás rasgos topográficos del estilo de montañas cubiertas de nieve, desiertos o cinturones tropicales -todo muy visible- se pasa de la salida a la puesta del sol cada 90 minutos...
Cuando se abandona la órbita terrestre... uno puede abarcar ambos polos con la mirada y pasar de un océano a otro sin ni siquiera girar la cabeza... se puede ver todo el continente americano dando literalmente la vuelta a la esquina a medida que la tierra gira alrededor de un eje invisible y entonces, milagrosamente, primero Australia, luego Asia y otra vez América toman su lugar... uno comienza a ver cúan poco sabemos acerca del tiempo... uno se pregunta dónde y en qué momento está. Ve ponerse el sol sobre América y salir de nuevo sobre Australia. Echa una mirada a “casa”... y no ve las barreras raciales, religiosas y políticas que dividen este mundo”
“Hacia el primer día, todos señalábamos a nuestros países.
Hacia el tercero o el cuarto señalábamos a nuestros continentes.
Para el quinto día, ya éramos conscientes de que sólo hay una tierra”
(Príncipe sultán Bin Salmon Al-Saud, astronauta de Arabia Saudi)
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Esta magnífica experiencia que nos permite literalmente:
...pasar de un océano a otro sin ni siquiera girar la cabeza...
...abarcar ambos polos con la mirada...
...señalar con el dedo, un país, un continente y hasta la propia tierra,
nos convierte sin duda en “viajeros quietos”.
Estamos abandonando el gestual del esfuerzo que acompañó la aventura de la exploración del planeta a lo largo de los siglos que nos antecedieron.
Somos la primera generación para quienes la redondez de la tierra es un asunto de percepción sensorial.
Desde esta perspectiva observamos un planeta que ha dejado de ser telúrico, denso y profundo, para emerger como una hermosa esfera flotando ligera y con levedad en medio de la oscuridad del espacio estelar.
Estamos ingresando, suavemente, a una Nueva Edad que bien podría llamarse la Edad de la Transparencia.
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Estos relatos que describen una experiencia sensorial directa equivalen en nuestro tiempo a los relatos literarios míticos a través de los cuales nuestros antepasados remotos encontraban su lugar en el mundo. Hoy provienen del ámbito de la ciencia y pertenecen al discurso científico a partir del cual se instaura para nosotros una nueva Visión del mundo.
Pero no es la mera información, sino la nueva mirada, lo que cambia la Visión del mundo si en verdad nos detenemos a pensar, como enseña Heidegger.
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Más allá de la órbita de Neptuno también encontramos una nueva PERCEPCIÓN de la tierra:

La tierra constituye solo una pequeña fase en medio de la vasta arena cósmica. Pensemos en los ríos de sangre derramada por tantos generales y emperadores con el único fin de convertirse, tras alcanzar el triunfo y la gloria, en dueños momentáneos de una fracción del puntito.
Pensemos en las interminables crueldades infligidas por los habitantes de un rincón de ese píxel a los moradores de algún otro rincón, en tantos malentendidos, en la avidez por matarse unos a otros, en el fervor de sus odios.
Nuestros posicionamientos, la importancia que nos atribuimos, nuestra errónea creencia de que ocupamos una posición privilegiada en el universo son puestos en tela de juicio por ese pequeño punto de pálida luz.
Nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica.
Y en nuestra oscuridad en medio de esa inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos.
La tierra es el único mundo hasta hoy conocido que alberga vida.
No existe otro lugar adonde pueda emigrar nuestra especie, al menos en un futuro próximo. Sí es posible visitar otros mundos pero no lo es establecernos en ellos. Nos guste o no, la tierra es por el momento nuestro único hábitat. Se ha dicho en ocasiones que la astronomía es una experiencia humillante y que imprime carácter. Quizá no haya mejor demostración de la locura de la vanidad humana que esta imagen a distancia de nuestro minúsculo mundo. En mi opinión, subraya nuestra responsabilidad en cuanto a que debemos tratarnos mejor unos a otros, y preservar y amar nuestro punto azul pálido, el único hogar que conocemos” ([1])
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A través de esta experiencia aprendemos a ubicar la vida humana en una dimensión más amplia. En una perspectiva, científica y no religiosa, que promueve valores de finitud, de apertura, de flexibilidad...
Neuronas:
Misteriosas mariposas del alma,
cuyo batir de alas
quién sabe si esclarecerá algún día
el secreto de la vida mental.
Ramón y Cajal

Las neuronas del córtex (foto J. Allison/PeterArnold. Inc/CNRI)
Estas fotografías y estos textos escritos por astronautas, físicos matemáticos, biólogos y neurocientíficos, ponen en evidencia el papel de la ciencia actual y de sus tecnologías emergentes en la constitución de una manera poética de habitar el mundo.
Nos estamos asomando a regiones de la realidad que habían permanecido desconocidas durante la mayor parte del tiempo de nuestra evolución. Hemos extendido nuestra percepción a regiones antiguamente invisibles.
La increíble expansión de nuestra experiencia sensorial acerca de lo real, que nos ha revelado el esplendor del mundo en el territorio de la materia, del universo y de la vida -nuestras mayores perplejidades- muestra, con claridad y transparencia, sin la mediación de discursos intelectuales o religiosos, nuestra pertenencia a una época en nada comparable con las épocas anteriores.
Sin duda tenemos el privilegio de ser los primitivos de un proceso evolutivo que se puso en marcha en los albores del siglo pasado, con el advenimiento de la física cuántica, la relatividad, la biología molecular y de sus tecnologías: informática, ingeniería genética y la más reciente de todas, la nanotecnología.
Notas:
* Nietzsche. Humano demasiado humano.
[1] Comentario de Carl Sagan a la fotografía tomada el 14 de febrero de 1990 cuando después de haber pasado por Neptuno, la nave espacial Voyager 2, volvió su cámara hacia la tierra y la captó como un pálido punto azul perdido en la inmensa oscuridad.
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